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jueves, 27 de julio de 2017

Mario Del Monaco - Recitar... Vesti la giubba ("I pagliacci", Leoncavallo)

MARIO DEL MONACO (Firenze, Italia, 27-7-1915 / Mestre, Italia, 16-10-1982): IN MEMORIAM

Hoy es aniversario natal de Mario Del Monaco, considerado el mejor tenor dramático del siglo XX. Fue, de hecho, el divo operístico italiano más importante a lo largo de las décadas de los 40, los 50 y una buena parte de los 60, y no sólo sobre los escenarios italianos, sino también en los teatros de ópera más importantes del mundo. Tuvo la oportunidad de exhibir su potentísima voz en más de un centenar de ocasiones en el Metropolitan de Nueva York, uno de los grandes santuarios de la ópera, y  también estuvo presente de forma habitual en las temporadas de ópera celebradas en el Covent Garden londinense o en La Scala de Milán. Del Monaco consiguió hallar una especie de término medio entre la exhibición de su extraordinaria voz y la correcta interpretación de los personajes operísticos, gracias en buena parte a su temprano hallazgo de un tipo de repertorio que convenía más que ningún otro a su tesitura vocal, a su tipo de emisión y a su particular sensibilidad musical. Independientemente de por sus virtudes canoras, grabaciones y actuaciones en directo por todo el mundo, siempre será recordado por su arrebatadora personalidad y gran magnetismo, circunstancias todas ellas que le procuraron multitud de enfervorizados seguidores, convirtiéndole en un tenor de culto.
Mario Del Monaco nació en el seno de una acomodada familia florentina con antecedentes musicales. Con afición por el canto desde pequeño, encontró en su madre, que tenía una hermosa voz de soprano, una perfecta aliada. Su padre fue crítico musical en Nueva York y, tras unos años en Trípoli (Libia), donde tuvieron que trasladarse por obligaciones laborales del cabeza de familia, el pequeño Mario ingresó en el Conservatorio de Pésaro, localidad donde comenzó recibiendo clases de violín, advirtiendo su profesor las grandes cualidades vocales que tenía. Otro profesor de dicho Conservatorio, Arturo Melocchi, fue su primer maestro de canto y quién le enseñó los principios técnicos del mismo. Una beca de estudios le permitió en 1936 hacer un curso de perfeccionamiento en el Teatro de la Ópera de Roma, del cual volvió totalmente confuso al encasillarlo los profesores como tenor lírico-ligero. Con la ayuda nuevamente de Melocchi recompuso su técnica vocal, logrando debutar con la ópera Cavallería rusticana de Mascagni en 1939 en el Teatro Comunale de Cagli, y cantando a primeros de enero de 1941 en el Teatro Puccini de Milán el rol de Pinkerton en Madama Butterfly de Puccini, que al año siguiente interpretó en Florencia y otras ciudades, así como el Edgardo de Lucia di Lammermoor (Donizetti) en Treviso y varias ciudades de Sicilia. En 1943 se presenta en teatros prestigiosos como La Fenice de Venecia con Rodolfo de La bohème (Puccini), y con ese mismo papel en el Teatro Social de Como, entonces sede del Teatro alla Scala, que había sido parcialmente destruido por un bombardeo. Aunque su maestro Melocchi  fue decisivo en la carrera del tenor, hay que precisar que Del Monaco fue en gran parte un autodidacta, estudiando en casa con grabaciones de Enrico Caruso, Beniamino Gigli y Miguel Fleta, acompañándose él mismo al piano.
Una vez finalizada la 2ª Guerra Mundial, durante la cual alternó como pudo la actividad de cantante con el servicio de las armas, empezó ya sin interrupciones su carrera, debutando en 1946 con gran éxito en la Arena de Verona interpretando el Radamés de Aida (Verdi) y cantando asímismo en Londres los roles de Cavaradossi y Canio de Tosca (Puccini) y Pagliacci (Leoncavallo) respectivamente. En la Opera de Roma fue en 1947 Don José en Carmen (Bizet) y Turiddu en Cavalleria rusticana (Mascagni) y, un año después, en el Teatro Carlo Felice de Genova, cantó Calaf en Turandot (Puccini) junto a María Callas. En La Scala de Milán, ya reconstruída, debutó en 1949 con Andrea Chénier (Giordano), con  Renata Tebaldi como Maddalena di Coigny. Un momento crucial fue su incorporación del Otello verdiano en el Teatro Colón de Buenos Aires, rol al que su nombre quedaría ligado indisolublemente (nada menos que 427 veces en veintidós años cantaría dicho papel en distintos teatros de todo el mundo, estando considerado como uno de los mas grandes intérpretes del Moro de Venecia de todos los tiempos). Su carrera era ya imparable, cantando en los principales teatros de Italia y de Europa, para dar el salto a América a principios de los años cincuenta y convertirse en un ídolo en el Metropolitan de Nueva York. Su debut norteamericano tuvo lugar en septiembre de 1950 en la Opera de San Francisco con Aída, Andrea Chénier y el Des Grieux de Manon Lescaut (Puccini) y, con esta misma ópera, se producirá su triunfal debut en el Metropolitan de Nueva York, en noviembre de aquel año. Desde entonces, Del Mónaco iniciará una intensa relación con ese Teatro, que se extenderá durante las siguientes nueve temporadas, donde cantará todas sus grandes creaciones. Los años 50 constituirán el período dorado en la carrera del tenor florentino, ya que, paralelamente a sus actuaciones norteamericanas, obtendrá grandes triunfos en el Teatro alla Scala. Aunque compartió escenario con todas las grandes cantantes de su tiempo, formó a menudo pareja artística con Renata Tebaldi, en franca competencia con la formada por María Callas y Giuseppe Di Stefano. Como tenor, junto a este último, dominó la escena operística internacional hasta la aparición de Franco Corelli y Carlo Bergonzi.
De complexión fuerte, con una gran caja torácica, de estatura mas bien baja (que disimulaba en el escenario con calzas siempre que el papel se lo permitía) y de personalidad exuberante y arrolladora, estaba en posesión de una voz oscura, de gran volumen y extensión, al mismo tiempo que de gran belleza (voz de "broncíneas resonancias" decían sus exégetas). Poseedor de un ancho centro, agudos rotundos y bien proyectados y graves igualmente poderosos, de hermosísimo timbre, casi baritonal, era una voz en cualquier caso peculiar y única. Dominar esos caudalosos y excepcionales medios vocales no era tarea sencilla, y ello le ocasionaba verdaderos problemas para las medias voces, con un predominio de la emisión en forte. Sin embargo, ello era mucho menos notorio en sus primeros años de carrera, y al escuchar grabaciones del Nessun dorma de Turandot (Puccini) en 1948, o de Donna non vidi mai de Manon Lescaut (Puccini) en 1950, se pueden apreciar magníficas interpretaciones con una excelente línea de canto. De cualquier forma, sus rotundos medios vocales, unidos a una gran teatralidad, conferían auténtica fuerza a cada una de sus actuaciones escénicas, sobre todo, en aquellos roles de carácter más dramático.
Su fuerte eran las óperas veristas italianas, como las ya mencionadas Cavalleria rusticana, Pagliacci, Andrea Chénier, Manon Lescaut, Tosca, Madama Butterfly y Turandot, además de Adriana Lecouvreur (Cilea), La fanciulla del west (Puccini) o Il tabarro (Puccini). También destacaba en repertorios mas belcantistas como Norma (Bellini), La Gioconda (Ponchielli) o Carmen. Y por supuesto en las mas heroicas de Verdi como Il trovatore, La forza del destino, Ernani, Aida y, sobre todas, Otello. También se atrevió con Wagner, cantando en distintas ocasiones, aunque en italiano, Lohengrin y Die walkure, si bien esta última también la cantó en alemán en alguna ocasión.
Dejó abundante discografía (se considera modélico su Otello de 1961 con dirección de Herbert von Karajan), así como muchas y formidables grabaciones de arias y canciones populares. En 1976, año a comienzos del cual se había retirado, un álbum con clásicos de la canción napolitana, que contenía el tema inédito Un amore così grande, de Guido Maria Ferilli, obtuvo resonancia mundial. 
Mario Del Monaco estuvo casado con Rina Filippini desde 1941 hasta su fallecimiento en 1982 a los 67 años por infarto de miocardio, mientras estaba siendo tratado de nefritis con sesiones de diálisis. Fue enterrado con el traje de Otello. Se sabe que Franco Corelli, uno de sus grandes rivales, fue portador del féretro en los funerales y que Renata Tebaldi, colega en tantas y tantas óperas, se desmayó en la iglesia durante la ceremonia religiosa, pronunciando su nombre "Mario…Mario…", como si estuvieran interpretando una vez más Tosca. Dos detalles que demuestran que era muy querido por sus colegas, a pesar de su carácter algo fanfarrón y prepotente (así, por ejemplo, no tuvo ningún empacho en decir, cuando le preguntaron por unas declaraciones de Plácido Domingo en las que éste se postulaba como su heredero, que él "cantaba todos los días de la semana y no solo el Domingo".


Otello, Met NY 1952


El vigoroso ímpetu dramático de un vocalmente superdotado Mario Del Monaco se puede apreciar en esta interpretación de 1961 en Tokio del aria más famosa de Pagliacci de Leoncavallo, correspondiente al final de su primer Acto.

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